lunes, 24 de agosto de 2009

ALGO PARA RECIBIR, ALGO PARA DAR, ALGO PARA APRENDER Y ALGO PARA ENSEÑAR


En días pasados, este sueño Latinoamericano dio un gran paso en Tiquicia. La primera comunidad intervenida por el trabajo de habilitación social, inauguró el primer “Techo de Estudio y Trabajo” construido en los precarios de Costa Rica.

Con todo el entusiasmo que ocasionó a lo interno de la comunidad y del equipo, esta construcción y todo el proceso de HS, trajeron consigo una serie de interrogantes que nos han compelido a reflexionar profundamente sobre la justificación del tipo de acompañamiento social que estamos propiciando.

La lucha contra la exclusión y la desigualdad, debe privilegiar tanto el diagnóstico de necesidades como la promoción de capacidades. Nuestra lucha, se ha dicho, tiene como objetivo el “empoderamiento de la comunidad”. ¿Pero qué quiere decir ese concepto? ¿Entenderemos todos y todas lo mismo? ¿Estaremos buscando y trabajando por el mismo “empoderamiento comunal”? ¿A pesar de la diversidad presente en los países, existe un hilo conductor para dicho proceso? Pasar por alto el desarrollo de nuestros conceptos y procedimientos fundamentales de base, nos pueden llevar a crear distintos lenguajes, que nos inhiban de la posibilidad de entendernos en los mismos términos. En ese orden de ideas, es que hemos sentido en nuestro país, la necesidad de discutir y profundizar un poco más sobre la visión de desarrollo que estamos buscando y sobre el procedimiento que estamos ejecutando para dicha aspiración, es decir, el “empoderamiento de la comunidad”.

Desde nuestra perspectiva, no se debe caer en un holismo metodológico hablando sólo de comunidad, sin aludir a sus integrantes. El empoderamiento del colectivo humano, parte del inicio de este proceso en el individuo, cuando este se percibe a sí mismo como sujeto de derechos. Posteriormente, el proceso se consolida cuando un grupo significativo de actores interioriza esta condición de ser sujetos de derechos, y se agrupa organizadamente para reivindicarlos.

El abordaje de la acción comunicativa y del trabajo a realizar en las comunidades para llegar a este punto, ha sido objeto de miles de estudios y sobre el tema se han escrito bibliotecas enteras; no obstante, hay ciertas ideas que nos pueden orientar en la construcción de este proceso epistemológico conjunto, voluntario-poblador.

Inicialmente, es indispensable que la relación se genere con empatía, horizontalidad y respeto; desde el primer momento de la construcción. Una vez generada la confianza necesaria para que los procesos de comunicación sean fluidos y transparentes, se debe dar lugar al diagnóstico participativo, donde el rol protagónico de las y los jefes de hogar, así como de las y los dirigentes, se presenta como una condición sine qua non para proceder con la identificación de necesidades internas de la comunidad y su consecuente priorización. La autogestión sostenible es inviable si el acompañamiento no parte de una actitud humilde, en la cual, tanto el voluntario como el poblador, se relacionan como sujetos que se encuentran en una dinámica de aprendizaje recíproco.

Ahora bien, los resultados de estos procesos, son tan impredecibles como estimulantes, por lo que sus consecuencias van a estar estrechamente ligadas a la matriz de problemas particulares de cada comunidad; sin embargo, a nuestro criterio, hay un hilo conductor que deviene como consecuencia de este proceso de empoderamiento, que vale destacar, aplica tanto para el voluntario como para el poblador: el replanteamiento de las relaciones de poder y del contrato social vigente.

No hay empoderamiento real, si no se da un cuestionamiento crítico y propositivo, sobre el entorno físico, económico, legal, político y organizacional; que nos rodea. No obstante, no se puede desconocer que este replanteamiento del contrato social, nos obliga a estudiar con detenimiento las principales dificultades que enfrentan los sectores más vulnerables de cada país y porque no, de Latinoamérica. Una nueva perspectiva de desarrollo, requiere del análisis de los movimientos migratorios, de la trata de blancas, de las discriminación, de la generación de empleo digno, del acceso a la educación, etc.

Para concluir, se presentan estas ideas para compartir criterios y experiencias, pero sobre todo para que sean sometidos a la crítica y a la retroalimentación. El filósofo español Miguel de Unamuno, decía algo así como que hay dos tipos de ignorancia: la de conocimiento y la del sentimiento. La primera, la podemos combatir por medio de estos espacios, del estudio y de la discusión; sin embargo, la segunda, es la estupidez del sentimiento, algo así como la indiferencia de la que siempre hemos venido hablando, la cual sólo se puede atacar trabajando hombro a hombro, con alegría y empuje, al lado de las familias más necesitadas de nuestros países. Esa es la premisa más importante de nuestro trabajo, nuestro faro de orientación, nuestro punto de partida y de llegada. Eso nunca debemos olvidarlo.

Patricio Morera Víquez
Costa Rica

No hay comentarios: