lunes, 25 de agosto de 2008

Que se acaben las sillas bonitas

En el mundo hay 6.300 millones de personas, entre las cuáles 4.000 millones (63%) bordean la pobreza o están sumergidas en ella (base de la pirámide social).Si acordamos que el diseño es por esencia una herramienta que; mediante el desarrollo de objetos o servicios debe mejorar la calidad de vida de las personas, me sorprende de sobremanera la ausencia de nuestra disciplina en la mayoría del mundo que más lo necesita.
Esta ausencia se debe porque hemos estigmatizado de tal manera a los grupos más pobres, como es de costumbre en nuestra sociedad, que durante años los hemos catalogado como “no consumidores de valor”, por tanto ajenos de nuestros servicios.
También durante décadas nos han enseñado que el diseño es una disciplina refinada, depurada, cercana a la elite (clase media y alta) , la que a veces vende “arte industrial” a un grupo selecto de personas, personas por las cuales estamos dispuestos “innovar”, competir y pelear para traspasar nuestros productos que “mejoran la calidad de vida”.Precisamente hoy, revisando la galería de los grandes diseñadores del siglo XX y XXI, nos encontramos con un corredor abundante de connotados íconos del diseño mundial, los que repetitivamente, han proyectado fielmente más de lo mismo. Es así como quieren que seamos, es así como los críticos “duchos” celebran y elevan a aquellos inventores de alguna silla más, apostando que esta vez sí hicieron la más “bonita”, como por ejemplo los galardonados hermanos Campana.Es en este contexto en el que todos los días un nuevo alumno se inserta en nuestras “escuelas de diseño”, enseñándoles a valorar muchas veces la sensibilidad estética por sobre la ética, sobrevalorando productos de poco valor, transformando mentes libres y soñadoras, en esclavos de nuestros ejercicios de producción insostenibles y lejanos de grandes cambios sociales. Producto de esta “escuela”, creadora de “expertos en observación”, se nos han escondido de nuestras ávidas observaciones CUATRO MIL MILLONES DE PERSONAS, DOS TERCIOS DEL MUNDO, necesitados de innovación, de soluciones radicales de diseño, y de ética por sobre la estética para mejorar su calidad de vida.Desmitificar la visión asistencialita del “Diseño Social”, por una mirada de desarrollo ,de crecimiento integral, de rentabilidad social y empresarial (por volumen), es clave para ir cambiando las reglas del juego, para dejar de pisarle en vano los talones a los aclamados íconos del diseño italiano, finlandés o japonés que nuestros tutores adoran, para poner al diseño a disposición de la sociedad, para generar una identidad nacional y por sobre todo para mejorar la calidad de vida de millones de personas que hoy, simplemente por que no los quisimos mirar, no tienen un producto que les acerque agua para tomar.

Julián Ugarte
25 de agosto de 2008

1 comentario:

Eduardo dijo...

Buen texto. Y las tipificaciones culturales, los intereses economicos de las grandes empresas y su convencimientos en la division del trabajo, el desmerecimiento de la plusvalíapor esta ultima razón? es un tema reamplio!