lunes, 16 de junio de 2008

LA OLIGARTRUCHA Y LA SALVATRUCHA

Oxford, Inglaterra. Ambas hablan una mezcla de inglés y español, los primeros para presumir y los segundos para sobrevivir, unos usan ropa de marca, los otros se marcan la piel. Los primeros disfrutan la vida plástica y los segundos la vida loca. Los oligartruchos consumen cocaína, los salvatruchos la venden. Unos tienen visa, los otros no la necesitan. Los primeros se organizan en grupos de poder, los segundos en poderosas clicas, unos mandan en Antiguo Cuscatlán y los otros en Soyapango. Los primeros son partidarios de la violencia desde el poder y los segundos aman el poder de la violencia.
Ambos combaten ferozmente a sus competidores, los primeros sacándolos del mercado y los otros sacándolos de este mundo. El país y los demás no les importan, la regla es, primero ellos, segundo ellos y tercero ellos, su círculo de confianza no va más allá de su familia, grupo o clica. Hablando de las élites de poder económico, Rodrigo Madrigal Nieto, cafetalero de una influyente familia y ex canciller de Costa Rica, me dijo: 'Todos escogimos ser finqueros, pero los salvadoreños decidieron ser finqueros y pistoleros, llenarse de guardaespaldas y tratar mal a la peonada, y por ello vino la guerra'. Las sociedades son un reflejo de la calidad intelectual y moral de sus clases altas. Los sistemas políticos, incluso los revolucionarios, derivan de la cultura de poder de las élites. Napoleón y Luis XIV se parecían, al igual que los zares, Stalin y Putin, o el somocismo y el sandinismo. Nuestra violencia política, social y delincuencial tienen su raíz en la cultura autoritaria de nuestras clases altas. No puede culparse de esto a una oposición que nunca ha gobernado.Nuestra élites económicas tienen, con excepciones, pobreza intelectual y visión de corto plazo; escaso interés por las ciencias, la historia y la cultura; adoración por la fuerza y la ostentación, y una gran viveza para hacer dinero y preservar el poder político. Por ello su admiración por D'Aubuisson. Ha sido una oligarquía viva, abusada, buza, trucha, y esa viveza se trasladó a toda la sociedad. La consecuencia ha sido una violencia que en sólo 40 años produjo la guerra contra Honduras, la guerra civil y la violencia de las maras. Cada una de estas guerras ocurrió en momentos de oportunidad de progreso, pero siempre se desechó la política, la moderación y la previsión; prevaleció la economía, la fuerza y la indiferencia. La guerra contra Honduras fue absurda, en realidad constituyó una disputa por el derecho de masacrar a los salvadoreños. Pasamos de las matanzas de la 'Mancha Brava' hondureña a las del Batallón Atlacatl.
La guerra civil de los 80 y la violencia de las maras pudieron evitarse. Ahora, de nuevo, el triunfalismo económico pretende ser indiferente ante la polarización política y la violencia. Tener un sistema político incapaz de lograr acuerdos, ser campeones en homicidios, terceros en consumo de cocaína y poseer a la pandilla más peligrosa del mundo, que domina con 5000 hombres las cárceles y con 25,000 las calles, es una realidad demasiado dramática para poder ocultarla.
La liberalización económica bajo hegemonía plena de la derecha trajo un individualismo extremo, los hombres de negocios se asumieron como el eslabón más alto de la especie humana y la ambición por el dinero se convirtió en el valor esencial de toda la sociedad. La pobreza no genera inseguridad, lo que genera inseguridad es la ostentación y la ambición desmedida de enriquecimiento. Las tasas de delito fueron siempre altas en Santa Ana y Usulután (los más ricos) y bajas en Chalatenango y Morazán (los más pobres).
El problema es que una sociedad estratificada sólo por dinero, genera corrupción y pérdida de dignidad en jueces, políticos, policías, maestros, médicos, pastores, curas, académicos y científicos. Sin la vocación de servicio de estos sectores el país no funciona. El Salvador se está transformando en una sociedad sin sentido de la legalidad, llena de vivos y abusadores por arriba y por abajo. Sin reducir su importancia, la pobreza no es nuestro principal problema, las remesas son un subsidio tan espectacular a ésta, que ningún gobierno podría lograr más. Nuestro problema fundamental es que la explosión de individualismo debilitó el sentido de comunidad y los valores cívicos vitales que requiere una convivencia pacífica. Si las derechas generan riqueza explotando la ambición individual, es la izquierda la llamada a representar el sentido de lo colectivo para generar seguridad, pero en nuestro caso tenemos una izquierda revanchista, torpe y violenta que es más problema que solución. La riqueza no es mala, el problema es que los ricos no sean inteligentes, sino vivos. ¿Cuánto progresaríamos si fuéramos una sociedad incluyente, segura, tolerante y pacifica?, pero vamos camino de ser una sociedad segregada y amurallada que aísla a los que viven la violenta realidad del mundo de a pie. Urge un Estado eficaz y unas élites de poder económico y político ilustradas que en vez de presumir su 'spanglish', entiendan el valor y la importancia que tiene construir ciudadanía.
Joaquín Villalobos*
Lunes 16 de Junio de 2008
(Publicado el 4 de septiembre de 2007)
*Columnista de El Diario de Hoy (El Salvador)

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