viernes, 4 de mayo de 2007

Catastrando piececitos azules

“Esa pobre Mistral, lechona y dulzona, tiene en los senos un poco de leche con malicia” Vicente Huidobro.


Responda rápidamente, por osmosis: ¿Qué le enseñaron de Gabriela Mistral en el colegio o la escuela? ¿Qué es lo primero que se le viene a la mente cuando piensa en ella?

Después de que ganó el Premio Nobel y de que escribió los “Sonetos de la Muerte” debido al suicidio de su amor, casi todo Chile respondería al unísono: “Gabriela Mistral escribía poesía infantil”. No faltará quien nos ilustre con los célebres versos “piececitos de niño, azulosos de frío” o “dame la mano y danzaremos, dame la mano y me amarás”.

A mí en el colegio me recitaron clarito que la Gabriela Mistral, esa señora que aparece en el billete de cinco lucas, estaba centrada en el amor a los niños y alejada de temas complejos o polémicos como la política contingente, los conflictos sociales y la pobreza. Miré las fotos que hay de ella en los textos escolares. Rondas de niños, piruetas, ternura. Era una profesora sencilla y ejemplar. Casi como la madre simbólica de todos los niños de Chile.

Pero esa historia tiene otra cara, bastante menos sedante y más comprometida con el mundo que le tocó vivir.

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wwwcisuntechoparachile.blogspot.comDe hecho, el clásico poema “Piececitos” es la denuncia feroz que Lucila Godoy, cuando era directora del Liceo de niñas de Punta Arenas en la década del ‘10, realiza sobre las condiciones en que los niños de esa ciudad van a las escuelas a estudiar. Nos dice Gabriela: “Propuse entonces –inaudita novedad- prolongar el año escolar en los meses templados y crear las vacaciones de invierno. Por mayoría implacable de votos pedagógicos se acordó no innovar, no introducir estas vacaciones invernales que permitirían a los niños no abandonar el calor del hogar paterno para coger fríos iletrados –que la letra con frío no entra- y la razón que me dieron las autoridades educacionales, privadas y estatales del territorio, fue algo que me remeció el tuétano del alma: los niños necesitaban el tiempo bueno para trabajar en el campo ” (Scarpa en Teiltelboim, pg. 96).
Hace 100 años, entonces, que la poetisa nos había advertido que los niños pobres de Punta Arenas iban a la escuela a pata pelá. ¿Se imaginan cómo eran las viviendas de esos niños?

Pero hasta hoy la sociedad chilena en su conjunto –incluyendo sus instituciones dedicadas especialmente a luchar contra la pobreza como Chile Barrio o Un Techo para Chile- había permanecido igual de muda que nuestros antepasados frente a esta situación. Hasta el día de hoy, se decía sin ningún atisbo de duda, que en las regiones de Coihayque y Magallanes no existían campamentos porque “allí hace mucho frío”. Como si el frío polar, la lluvia intensa y la nieve fueran un antídoto contra la miseria en nuestras sociedades.

Hasta hoy, que estamos en pleno trabajo en terreno del Catastro 2007. Este año se han incluido por primera vez estas regiones, las hemos integrado simbólicamente a lo que entendíamos por Chile. Gabriela nos ha hecho dudar de nuestras frágiles convicciones. Y, lo más probable, es que nos encontremos con una gran y dolorosa sorpresa.

Aquí va el poema completo, para ver que de tierno no tenía mucho:
Piececitos de niño, /azulosos de frío, / ¡cómo os ven y no os cubren, /Dios mío! //¡Piececitos heridos / por los guijarros todos, / ultrajados de nieves / y lodos! // El hombre ciego ignora / que por donde pasáis, / una flor de luz viva / dejáis; // que allí donde ponéis / la plantita sangrante, /el nardo nace más / fragante. // Sed, puesto que marcháis / por los caminos rectos, / heroicos como sois / perfectos. // Piececitos de niño, / dos joyitas sufrientes, / ¡cómo pasan sin veros / las gentes!



Por Matías Montenegro
Miércoles 2 de mayo de 2007

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