viernes, 27 de abril de 2007

Este año se publicó una evaluación global del Programa Chile Barrio. En una frase -que resume cientos de páginas-, el informe concluye que “la evidencia en torno a los resultados finales es positiva en la dimensión mejoramiento de la vivienda y barrio y muy débil (…) en las dimensiones de habilitación social y laboral”. Fallaron los aspectos “innovadores” de un programa innovador. Por ejemplo, los hogares que participaron de Chile Barrio aumentaron su ingreso autónomo en un 6% pero esto podría deberse perfectamente a la recuperación económica de Chile post crisis asiática. Lo inevitable es que el programa consiguió que las familias de campamentos tengan una vivienda propia y vivir en un barrio que se asienta por siempre en la ciudad. Esto es lo visible.

Al estar en el sur de Santiago en una ex “toma” –ahora una pequeña villa-, una mujer me confesó: “Me iría de acá por mi hija, pero amo este lugar”. Les explico, la señora Victoria tiene una hija de 13 años a quien le va muy bien en el colegio, pero el consumo de droga y la delincuencia son hechos demasiado habituales en el sector y ella quiere que su hija tenga otro mundo inmediato. Muy cerca de ahí, Chile Barrio radicó un campamento situado entre dos villas donde residen narcotraficantes que se enfrentan a escopetazos, quedando la nueva villa como campo de batalla. A las familias de esta villa nunca les ofrecieron irse porque viven en un suelo que ya habían adquirido –el asunto fue simple y económico-.

Todo lo que permite e impide un barrio a una familia es complejo e imposible de explicar aquí, pero aseguro que un barrio significa demasiado. Tras los logros de “regularización” de la Política Habitacional de los últimos años, se asientan algunos barrios que no integran para nada a sus residentes: cesantes crónicos, personas encerradas y jóvenes que no ven ni una pizca de futuro. No sé en cuantos barrios sucede esto, ni exactamente cuáles son, no sé mucho la verdad, quizás nada. Pero a veces en una simple conversación lo invisible se hace visible y en ese momento vi poco de qué orgullecerse, a veces pocas esperanzas y un mar de desafíos.




Por Cristóbal Díaz
Lunes 23 de abril de 2007

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