lunes, 16 de agosto de 2010

2010: El primer país de América Latina termina con sus asentamientos

La meta “2010 sin campamentos” ya la querría cualquier país de nuestro continente. Y más allá del día exacto, de si queda un margen estructural, o si los proyectos de vivienda se terminan de construir en un par de años más, el solo hecho de poder dimensionar el número de familias que queda viviendo en asentamientos pone a Chile en una posición única y privilegiada frente al resto del continente.

Esa condición aventajada hace que el fin de los campamentos en Chile se convierta en un objetivo regional: es un hito simbólico que revitaliza el trabajo por superar la pobreza y la exclusión, y que al mismo tiempo da esperanza a los esfuerzos de miles de actores que día a día trabajan con ese mismo fin. El mejor ejemplo de esto será el 5° Encuentro Latinoamericano de UTPMP, momento en que los equipos de los 19 países donde estamos presentes vendrán a exigir con fuerza y decisión que Chile cumpla con su meta, convencidos de que en este país están todas las condiciones para lograrlo y que no hacerlo implicaría un golpe enorme para un continente que en materia de pobreza y desigualdad no está acostumbrado a los éxitos.

Pero tampoco podemos entender esta meta como un fin en sí mismo: Chile puede ir avanzado en su apuesta por proveer viviendas definitivas a las familias de campamentos, pero en el camino por terminar con la exclusión nos queda muchísimo trabajo por hacer. Hoy debemos ser más audaces que nunca para identificar las actividades que nos permitan continuar realizando lo que tal vez ha sido, hasta ahora, el aporte más importante de nuestra institución al cambio radical en el reconocimiento de la dignidad de todas las personas en nuestro país y nuestro continente: la vinculación de quienes más oportunidades hemos tenido en la vida, los jóvenes universitarios, con quienes han sido históricamente excluidos del progreso y el desarrollo, las familias de campamentos. Hoy no tenemos las mediaguas que nos permitían provocar este vínculo en forma masiva y concreta. Y eso nos obliga a recordar y hacer más visibles que nunca los fundamentos de nuestra institución, que se han ido forjando con la experiencia adquirida gracias a nuestro trabajo. Los mismos fundamentos que inspiran el trabajo del Techo en el resto del continente, aún cuando en la práctica estamos desarrollando intervenciones distintas.

La misma audacia se necesita para ser pioneros en la integración de Chile como un actor protagónico en el camino de América Latina hacia el desarrollo. A las generaciones que hoy dirigen el país les ha costado entender esta relación con el resto del continente como una condición necesaria de nuestro propio camino hacia el fin de la desigualdad y la exclusión. El Techo es hoy una institución latinoamericana, de eso no hay dudas, que requiere señales importantes del país fundador, confirmando decididamente que el fin de la extrema pobreza en América Latina sí es posible.

Claudio Castro S.

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