martes, 15 de abril de 2008

La ambigüedad que nos hace cómplices.

A propósito de algunas palabras dichas al azar, me ha dado vuelta el tema de la responsabilidad. Somos responsables por nuestras acciones, eso está fuera de toda discusión. Pero, ¿somos responsables por nuestras omisiones?

Se puede afirmar que en general no somos responsables por lo que no hacemos. Nuestro radio de acción entonces sería ilimitado y tendríamos que estar tomando medidas sobrehumanas para no causar daño por nuestras omisiones. Sin embargo, es posible sostener que puede caber responsabilidad por lo que omitimos conforme a las circunstancias que nos rodean. En este caso se puede exigir un deber especial de preocupación y cuidado.

Esto cobra importancia para los que nos desenvolvemos de una u otra forma en el trabajo con los más pobres. Es decir, sostengo que para los que trabajamos junto con los más necesitados en la tarea de sacarlos de su condición de indignidad, hay deberes de cuidado, que en determinadas situaciones y contextos, nos exigen ser más responsables que otras personas. Así, por ejemplo, frente a un anciano y un joven cualquiera, todos estaríamos de acuerdo en que podemos exigirle mayor cuidado en sus acciones, al joven que al anciano. De la misma forma creo que todos podemos estar de acuerdo en que le podemos demandar más al joven universitario, que ha tenido una seguidilla de privilegios, frente al joven que no los ha tenido. En fin, hay escenarios específicos en que podemos pedirle aún más a aquel joven que además de universitario, asume a su corta edad un rol de relevancia dentro de la sociedad. Aquí la exigencia viene dada tanto por sus privilegios como por el papel que juega en dicho contexto.

Así, cuando hablamos de si somos responsables por las cosas que omitimos o que callamos, podemos afirmar que para el joven, universitario que además asume roles de relevancia frente a otros jóvenes, existe una exigencia mayor. Este joven deberá tener mayor cuidado puesto que participa de un rol exclusivo y privilegiado en la sociedad. Al punto que en algunas situaciones deberá ser responsable además de lo que hace, de lo que omite, calla o de lo que se abstiene decir o hacer. El fundamento de esto reside en la autoridad que se le ha otorgado. Como han dicho, la autoridad es una forma de comunicación orientada a la absorción de inseguridad. Esto impone una especial atención en el manejo de dicha autoridad.

Para los que trabajamos en Un Techo para Chile esta responsabilidad nos interpela en el deber de estar al tanto de lo que ocurre (ocurrió) en la sociedad; de informarnos; de conocer, (porque generalmente cuando desconocemos, las cosas parecen ser un poco mejor de lo que son). Debemos ser capaces de integrar la autoridad de nuestros roles con la verdad; la decisión con el fundamento. Como dice Alberto Hurtado sobre nuestra acción: “Si después de haber estudiado los problemas fundamentales en plena vida humana y social, tenemos el valor de hablar en el momento oportuno; si sabemos influenciar la opción de la prensa y por los libros, si nuestras intervenciones sucesivas ante los poderes, ayudan a la humanidad a recordar su equilibrio en el respeto de los valores morales, podemos encauzar el mundo en el camino de la justicia” (Reforma de las estructuras sociales, Archivo Padre Hurtado).

Porque si estamos en esto no es para asumir una actitud conformista. Nuestra posición nos reclama deberes de cuidado especiales, exige poner el acento en los más pobres. No podemos ser cómodos ni tibios. No podemos dejar de actuar, es decir, no podemos omitir nunca nuestra protesta por la injusticia, por la insignificancia social que sufren algunos. El rol que jugamos nos impide fallarle a quienes y por quienes nos movilizamos. Nos podemos equivocar pero no nos podemos permitir ser ignorantes.

En las circunstancias que nos rodean, esto es, en el trabajo con los más pobres, menos aún podemos permitirnos, eso parecido a la omisión, que se mueve entre el error y la ignorancia. Es esa acción que le resta legitimidad a nuestra acción: es la ambigüedad que finalmente nos hace cómplices de la pobreza.
Pablo Carvacho
martes 15 de abril 2008

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