lunes, 24 de septiembre de 2007

El hombre que cambió Londres

A través del Espacio de Debate se busca fomentar la reflexión al interior del equipo de Un Techo para Chile. Cada semana hay un encargado de escribir acerca de un tema de interés nacional y que se relacione con nuestras inquietudes.
Éste no necesariamente representa la opinión de todos los que aquí trabajamos.
Rogers acaba de ganar el Premio Pritzker, pero el renacer del estudio del autor del Centro Pompidou, o del rascacielos Lloyds, en la City londinense, se cuece desde hace una década. Hoy, su despacho de 130 arquitectos levanta edificios en Nueva York, Japón, Corea, Burdeos, Amberes, Barcelona y Londres. Inaugura viviendas sociales sostenibles y construye pisos de lujo en la orilla sur del Támesis, la zona de Londres que, tras un ciclo de charlas en la BBC, consiguió resucitar. Esas charlas le encumbraron como el arquitecto de Tony Blair y le convirtieron en el artífice de la reconversión de Londres.
-Blair ha sido una figura clave en la arquitectura de su país y en su propia carrera. ¿Cómo juzga su legado?
Sin duda ha asentado las bases para la regeneración de las ciudades británicas. ¿Cómo? Densificándolas. Ha dado prioridad a reconstruir los núcleos urbanos en lugar de apostar por la expansión y el crecimiento, que es lo que las ciudades suelen hacer hoy. Por primera vez en mucho tiempo, la gente está regresando, volvemos al centro. Manchester, por ejemplo, ha pasado de tener un centro sin residentes a tener 250.000 ciudadanos que han elegido vivir allí.
-¿Por qué es importante que la gente regrese al centro?
Porque es la vida diaria de los ciudadanos lo que construye una ciudad. Una ciudad habitada está siempre más cuidada. No podemos tener vacíos en el centro por delincuencia y salir a construir fuera como si en el corazón no pasase nada. Las ciudades deben tener un límite. Antes que apostar por extender hay que tratar de recuperar y sanear los centros.
-En España estamos todavía en la fase uno. Los precios hacen muy difícil vivir en el centro de las ciudades.
Aquí tratamos de compensarlo con vivienda social. La vivienda social no puede estar en guetos. Si apostamos por la integración, debe repartirse por todos los barrios.

-¿Cómo se puede integrar a la población con la arquitectura?
Poniendo límites. En Londres hemos dibujado una barrera que no podemos superar. Lo hemos llamado cinturón verde. Y allí ya no se puede construir. Sólo podrá hacerse en el futuro, cuando no nos quede ni un pedacito de terreno en la ciudad que podamos reaprovechar. Perseguimos la densificación.
-¿Por qué?
Porque la gente que vive en ciudades compactas tiene mejor vida como peatón. Consigue caminar por su ciudad. Un número elevado de ciudadanos justifica inversiones en transporte público. Si la ciudad es de las extendidas, la vida se hace en el coche. Y eso trae más problemas de los que soluciona: ambientales, de ruido, de aparcamiento o de seguridad. Cuando los centros se abandonan, se convierten en guetos, y las ciudades están perdidas. Ken Livingstone, el alcalde de Londres, ha llevado esas ideas un paso más adelante. Londres espera tener un millón de habitantes más en los próximos años. Y él ha decidido que no se van a levantar nuevos barrios. Se van a recuperar zonas internas.
-Pero los precios serán prohibitivos.
El alcalde ha decidido que el 50% de lo que se construye debe ser de precio controlado para gente con renta baja. Vivienda semisocial.
-Usted es una persona muy política. Se implica. Sin embargo, su imagen es más la de un arquitecto social que la de alguien que sabe moverse por los despachos. ¿Cómo lo hace?
¿Cómo divide entre lo social y lo político? Creo que es lo mismo. Ser ciudadano implica involucrarse en política. Lo que hacemos, las acciones más nimias, comportan decisiones políticas. La sociedad civil es eso. La arquitectura no puede evitar ser política. Define cosas que afectan a la sociedad. Si estás defendiendo el espacio público, las calles y plazas para los ciudadanos, estás haciendo política.
-Junto a la tecnología y la sostenibilidad, las ciudades son el tercer pilar de su arquitectura. Lo que lo ha hecho más político. Usted es el autor intelectual de la reforma urbanística de Londres, la recuperación de la orilla sur del Támesis.
La orilla sur hace veinte años era un barrizal, peligroso y descuidado. Hoy es el futuro de la ciudad. Dentro de la ciudad. Pero esos cambios son un espíritu. No dependen de una persona. Hay un peligro en asociar las cosas a individuos. Las cosas se hacen en equipo.

-¿Con qué frecuencia necesitan cambiar las ciudades?
No cambian, evolucionan. Las mejores calles de Inglaterra son, todavía hoy, vías romanas. Uno de los errores que cometemos arquitectos y políticos es que cambiamos las ciudades con demasiada frecuencia. La culpa la tiene el plazo político de los cuatro años. Los políticos quieren tener la casa limpia el día que se abren las urnas. Y al día siguiente, a excavar otra vez. El éxito de Barcelona es que logró empalmar tres turnos de alcaldes persiguiendo el mismo objetivo: mejorar la ciudad. Una ciudad no se cambia en menos de quince años. Si cuesta cinco concluir un edificio, ¿cómo no va a costar el triple alterar una ciudad?
Extracto entrevista al arquitecto Richard Rogers
Diario La Nación de Buenos Aires, 12 de septiembre
Lunes 24 de septiembre de 2007

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