lunes, 28 de mayo de 2007

Libres para liberar

Cuentan las malas lenguas que Prat era poco más que un contador del ejército antes de que comenzara la Guerra del Pacífico, que no era de muchos amigos y tenía fama de extraño. Lo que seguro es cierto es que fue un error táctico lo que permitió al Huáscar la improbable hazaña de acercarse hasta las costas de Iquique ese 21 de mayo, el día estaba neblinoso, la marina chilena esperaba encontrarse al acorazado en altamar y sin embargo los iquiqueños despertaron pudiendo ver al barco desde la playa. ¿Qué más le quedaba por hacer a Arturo que lanzarse a defender su patria, aunque fuese en una corbeta recién enchulada con algunos cañones? Claro está que podía rendirse, pero lo cierto es que cuando la historia te da en bandeja una oportunidad así no es difícil tomarla. Muchos podrán no estar de acuerdo conmigo, ¡por supuesto que hizo falta valentía!, no pretendo faltarle respecto a Prat, pero cuando las cosas son blanco o negro, bueno o malo, justo o injusto, valiente o cobarde, los héroes salen de debajo de las piedras, se arman ejércitos libertadores, se asalta la bastilla, se organizan marchas para detener trenes y se cambia el curso de la historia.
Pero los verdaderos dilemas éticos, los dilemas sobre cómo vivir la vida, no suelen ser así, se presentan cuando se ha de decidir entre dos bienes o entre dos males, cuando un bien trae aparejada consecuencias negativas, o sencillamente porque no sabemos qué acción es la justa, buena, valiente para llevar a cabo. Que falte el valor es un problema posterior. Es por eso que los grandes héroes de la historia no suelen ser como Prat, al que le bastó saltar suicidamente a un barco para inmortalizarse en nuestra memoria, sino que se enfrentaron a variados dilemas continuamente y lucharon por años por la causa que creían justa, sorteando enemigos y dudas, y muriendo varios de ellos incomprendidos y derrotados. Lo que tienen en común todos nuestros héroes – Carrera, O´higgins, Alberto Hurtado, entre otros- es que no se dejaron atrapar por una sociedad que, como cualquier otra, siempre intentará protegerse a sí misma y evitar cualquier perturbación manteniendo el status quo, no aceptaron el papel que les venía impuesto socialmente, no vivieron por las expectativas que otros tenían sobre ellos.
Hay que ser libre para liberar. Sin embargo, hoy en día esto ha demostrado encerrar una paradoja. Las libertades parecen ser infinitas y cada cual está socialmente autorizado, o incluso obligado, a decidir por su cuenta qué quiere hacer con su propia vida. No obstante, vivimos una época gris para los héroes. En un panorama complejo, global y altamente incierto, en que el hombre puede alterar su medio ambiente y su condición genética, o incluso eliminar con una sola acción la vida entera del planeta al desencadenar una guerra nuclear, en que la desigualdad intra e inter sociedades amenaza continuamente la estabilidad de nuestras democracias, no faltan batallas por qué luchar. Pero, sin embargo, el sujeto de este poder es cada vez menos el individuo y su propia conciencia, y cada vez más la sociedad en su conjunto. Y no podemos ser ilusos en este sentido, ya no hay batalla que pueda sellar con un abrazo de una vez y para siempre el destino de nuestro país, no hay rey a quien cortarle la cabeza, ni barco que hundir. No hay pelea definitiva y nosotros solemos ser parte de ambos bandos indistintamente. Cada vez que venimos a trabajar al Techo en nuestro auto a petróleo estamos contribuyendo a las inundaciones de Sudán, la ropa que traemos puesta fue fabricada por niños hindúes en situaciones inhumanas y el sistema educacional que permitió que cada uno de nosotros sea un profesional es el mismo que deja fuera a todos los jóvenes talentosos que habitan en campamentos. No hay demanda que podamos hacer hoy que no nos exija a nosotros mismos y por la cual no se deba luchar continuamente, día a día, toda una vida.
Ser voluntario y trabajar en UTCH puede fácilmente trasformarse en el segundo heroico de una vida inserta en el conformismo y la anomia, el paréntesis de libertad en un camino que otros han definido para nosotros. Pero dedicar una, dos o 40 horas semanales a trabajar por la superación de la pobreza es un aporte ambiguo si no pagamos las contribuciones a quien trabaja para nosotros, si nos subimos al Transantiago por la puerta de atrás, si no reciclamos nuestros desechos y si luego dedicamos nuestra vida a las utilidades de una empresa sin preguntarnos por la utilidad de estas utilidades para sus miembros, la sociedad y el planeta que habitamos. Todos nuestros héroes han conquistado primero su propia autonomía, han sabido pararse por sobre las circunstancias, han hecho de su vida una aventura, y -parafraseando a uno de mis favoritos- esta libertad no se conquista con sensatez.



Por Magdalena S. Gil U.
Lunes 28 de mayo 2007

No hay comentarios: