lunes, 2 de agosto de 2010

¿CARIDAD O JUSTICIA?

Los resultados de la última encuesta CASEN 2009, revelaron un aumento en los principales índices de desigualdad. Mientras en la medición de 2006, la razón entre el ingreso autónomo del 10% más rico y el 10% más pobre de la población (índice 10/10) era de 31.3 veces, en la última versión de la encuesta este índice aumentó a 46.2 veces alcanzando su nivel más alto desde 1990.

Las causas detrás de la desigualdad del ingreso son y han sido siempre motivo de discusión. Ahora bien, la magnitud sin precedentes del último aumento en los índices de desigualdad, nos obliga a buscar causas también sin precedentes, con lo que la crisis internacional de 2009 aparece como la explicación más razonable. Las crisis económicas – y esto ha sido más que estudiado – suelen golpear más fuerte a los pobres que a los ricos y aparentemente la última crisis no fue la excepción.

El aumento en los índices de desigualdad ha sido interpretado por algunos como el reflejo del fracaso del sistema de protección social impulsado por el último gobierno. La observación cuidadosa de los mismos datos que entrega la encuesta CASEN 2009 desmiente esta última interpretación. Si en lugar de mirar el ingreso autónomo de los hogares observamos el ingreso monetario total, que considera impuestos y transferencias del estado, el índice 10/10 de 2009 baja de 46,2 veces a 25,9 veces (ver gráfico). Si bien esto representa también un aumento respecto de la medición de 2006, este aumento es considerablemente menor que para el ingreso autónomo. ¿Qué quiere decir esto?. Justamente, que la red de protección social está operando y que evitó que la crisis económica resultara en un aumento mayor de la desigualdad. Más aún, la comparación entre la evolución de los índices 10/10 de ingreso autónomo e ingreso monetario, muestra que nunca antes había existido una redistribución de ingresos tan grande entre el decil más rico y el decil más pobre. Esto podría explicar al menos en parte la alta popularidad con que la ex-presidenta Bachellet dejó el gobierno.

Lo anterior no significa, sin embargo, que sólo debiéramos preocuparnos por los niveles de desigualdad del ingreso monetario y no del ingreso autónomo. Muy por el contrario. La desigualdad del ingreso autónomo no ha disminuido en los últimos 20 años y eso es grave. Conformarnos con esta realidad y descansar en que la política redistributiva la atenúe es equivalente a la postura fatalista que ve a la pobreza como algo irremediable y a la caridad como la única respuesta posible ante ella. Por el contrario, reconocer que la desigualdad del ingreso autónomo responde a estructuras sociales que desconocen la igual dignidad de todas las personas, nos obliga a trabajar por la justicia.

En el mes de agosto que comienza, conmemoramos la vida de San Alberto Hurtado, quien nos recuerda que la caridad comienza donde termina la justicia. Dejemos entonces de aplaudirnos por los avances en materia de protección social y enfrentemos con decisión las causas últimas de la desigualdad. La clave a estas alturas es conocida por todos: debemos reformar un sistema educacional que no hace más que reproducir las profundas desigualdades que, una vez más, vino a recordarnos la última encuesta CASEN.

Juan José Matta

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