martes, 15 de diciembre de 2009

¿Cuánto es 44?

Son varias las novedades de ayer.
La primera -no hay que minimizarla- es que el Partido Comunista está de vuelta. Después de casi treinta y siete años de mirar de lejos, volverá a la vida parlamentaria. Una de las características de estos años -el consenso en torno a la línea donde comienza lo posible- se habrá roto.
No es poco. El principio de realidad de todos estos años comenzará a estirarse.
La segunda es que Enríquez-Ominami tomó una posición imposible: la neutralidad formal. Las razones que esgrimió -la lealtad a los más pobres y cosas así- funcionan como retórica; pero no logra ocultar lo inconfesable y lo crudo: su propio éxito depende del fracaso de Frei.
Ya se sabe: el camino propio siempre empieza por romper con las viejas lealtades.
La tercera -la más relevante en términos históricos: ¡no ocurría desde hace medio siglo!- es el triunfo de la derecha.
Para apreciar, sin embargo, cuán cerca está de obtener el manejo del Estado, es imprescindible comparar su desempeño con el de Lavín del año 1999. Entonces, el candidato de la derecha obtuvo en primera vuelta un 47,95 por ciento, y a pesar de eso perdió en la segunda. ¿Por qué podría ser mejor este 44 por ciento que aquella cifra?
Lo que ocurre es que en el año 1999 -cuando ese 47,95 por ciento no fue suficiente- no existía una tercera candidatura que poseyera votantes animados por la avidez de novedades y un liberalismo más o menos convencional. Esa candidatura hoy día existe. Es -era- la de la Enríquez-Ominami. Esa porción de votantes que se alojan -se alojaron- en esa candidatura son los que podrían dar el triunfo definitivo a Piñera.
El resultado de todo eso es obvio.
Si la Candidatura de Piñera sólo se insinuó liberal en la primera vuelta, ahora deberá serlo casi sin ambages.
Sólo de esa forma el 44 por ciento resultará ser más que el 47,95 por ciento.

Carlos Peña
Publicado Diario El Mercurio, Lunes 14 de diciembre 2009

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