lunes, 18 de mayo de 2009

¿Qué está en juego en esta crisis?

Si se observa lo que dicen nuestras elites y algunos de sus actores, aún pareciera esto de la crisis como el rumor de una tempestad que se oye lejos, y que golpea con suavidad en nuestras propias costas. Para unos, se dejará sentir, pero en forma amortiguada. Para otros, lo contrario. Más allá de las impresiones sobre la que muchos han caracterizado como la peor crisis después de 1929, buena parte de los comentadores intentan "bajarle el perfil", como se dice, y al mismo tiempo salvaguardar la cuasiteología que está en la base del modelo de crecimiento impuesto hace más de dos decenios a nivel mundial.
Por eso algunos se apresuran a comentar que requerimos ser pragmáticos, pero por favor nada de "estatismo", de eventuales "intervenciones", de devolverle mayor protagonismo a la propia sociedad. Es decir, por favor, un breve paréntesis, tenemos en ciernes nubarrones, pero nada más serio... Buena parte de nuestras elites siguen ancladas a una lectura ya periclitada de los fenómenos socioeconómicos y políticos, enganchada en el viejo clivaje de la guerra fría. Para muchos de ellos, al parecer, aún esa guerra no termina. Sorprende en buena parte de los medios la parálisis de la crítica y los enmarques que ha dejado la herencia económico-política del autoritarismo cívico-militar.
Sin embargo, lo que tenemos entre manos es una profunda crisis de legitimidad de la modernización globalizante en clave neoliberal. Esta tempestad no se refiere sólo a asuntos financieros, de mala gestión o de importantes pérdidas de capital y puestos de trabajo, con sus previsibles consecuencias. Está en juego el paradigma de base que ha sostenido la ilusión de un mejor desarrollo conducido por una alianza presentada como natural e infinita entre capitalismo financiero desregulado y revolución tecnológica, junto con una desvalorización y banalización de la cosa pública. Un paradigma articulado, entre otras cosas, en primer término, sobre el rol primordial del individuo como dominador, calculador y preferidor racional. Un individuo que se mueve esencialmente -se supone- en función de la maximización de su propia utilidad.
Segundo, se monta desde la ilusión de que el mercado es mercado libre y el único mecanismo que hace posible la optimización de las transacciones. Pasamos de una economía de mercado a una sociedad de mercado, puestas como forma natural de orden social. Tercero, promueve como única justicia alcanzable aquella proporcionada por la adecuada y legal competencia de todos contra todos en buena lid. Cuarto, coloca al capital -en particular, financiero- como centro de toda valorización posible, de las personas, de la naturaleza, de las cosas mismas, y lo hace según un criterio de rentabilización. En quinto término, este paradigma pone a las empresas y la propiedad privada como los impulsores predilectos de crecimiento en el mercado. Ojalá ellas puedan actuar protegidas de toda dirección desde fuera de ellas mismas y su regulación mercantil.
Todo ello, además, hay que ponerlo en el marco actual del proceso de globalización. El accionar desregulado de este
paradigma de base estalla hoy y muestra sus consecuencias desastrosas: no tenemos un mundo mejor, sino uno más desigual, violento, inseguro y no sostenible. Así es pues, aproximadamente unos tres mil millones de humanos viven con menos de dos dólares al día. Y, al mismo tiempo, resulta que 225 personas tienen una riqueza superior a los recursos económicos de 2 mil 600 millones de seres humanos en los países pobres. Qué ético, ¿no le parece? Incluso se llegó a decir en los ‘80 que "la sociedad no existe", y que lo único realmente existente era el mercado y sus mecanismos. He ahí los resultados. Nos enfrentamos a una crisis con múltiples flancos: crisis financiera, energética, alimentaria, climática.
El futuro se presenta hoy con un signo de enorme incertidumbre: ¿podrá el actual orden de cosas -con algunos remiendos- superar la situación actual? Y si no es así, ¿hacia dónde deberíamos encaminarnos? Y, sin embargo, nuestra elite está ocupada con soluciones de parche y con que ¡por favor! nuestro ya menguado Estado no vaya a tomar más fuerza y quiera tener un rol más activo frente a lo que está pasando. Muchos de esos actores están más bien centrados en ver cuáles medidas pueden salvar el entramado y hacer que su desplome no lo tengan que pagar de manera completa -como normalmente sucede- las mayorías, gente como usted o como yo, con o sin trabajo. Porque, ya se sabe, los creadores de esas novedades financieras y sus originales emprendimientos han sido recompensados muy bien por sus desastrosos resultados.
Pero no, según ellos no es el modelo en cuestión el que ha fallado. Por esto es que puede decirse que entramos en un período de crisis de legitimidad creciente del tipo de globalización modernizante bajo égida neo-liberal. Va quedando claro que si se quiere asegurar la supervivencia y prolongación de la vida humana y natural sobre la faz de la Tierra, habrá que echar mano a una nueva ética mundial. Sí, pero no esa ética indolora y light que nos ayuda solamente a respetar contratos, no ser corruptos y pasar el día a día -todo en la medida de lo posible.
Necesitamos una nueva ética de la co-responsabilidad solidaria a nivel global; una que reponga la discusión sobre medios y fines y la égida totalizante del cálculo costo-beneficio. Una que pueda reconstruir puentes entre el ideario de una sociedad justa y el horizonte del bien común, por sobre el lucro, la voluntad de poder, el dominio o el brillo pasajero. Una que reabra el espacio y legitimidad para una nueva política democrática, es decir, una capaz de velar por la dirección en común de los asuntos comunes.
Esto puede a simple vista parecer un lujo o una mera cuestión de discusiones doctrinales. Sin embargo, queda hoy en claro que no lo es. Emprender estos debates -a la luz de las condiciones históricas actuales- señalará también las posibilidades de generar un mundo distinto y una vida digna para el conjunto del globo.

Pablo Salvat
Publicado en el Diario La Nación, el 13 de Marzo de 2009

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